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Estudie Antropología y música. Desde un principio pensé en asociar de algún modo estas dos áreas del conocimiento. Arqueomúsica un termino que utilicé desde el comienzo de mis estudios. No se si he logrado en mi vida unirlas, pero si estoy convencido que se podría hacer la historia de la humanidad a partir del estudio de una de sus expresiones de su alma, de su corazón rítmico, cósmico, LA MUSICA.Asi como se estudia el ADN para conocer la información genética, estudiar los ritmos,los acordes,melodías y armonías de cada cultura antigua y contemporanea.

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domingo, 21 de marzo de 2010

No hay mas-alla

NO HAY MASA..LLA.


Cuando nació el “mazapán”, o sea Manuel mi primer hijo yo ya era panadero. José mi nieto, también conocido como el “gaznate”, al comenzar a balbucear sus primeras palabras nunca me pudo decir claramente abuelito. Lo más cercano que estuvo era diciéndome abolillo, desde entonces se me quedo el apodo de “bolillo”, sin la a. Así me dicen todos en el pueblo, aunque mi verdadero nombre es Pancho.
Hoy me encuentro en la boda de dos de mis mejores empleados y de los más viejos colaboradores que tengo, Concha y Lino, de la Panadería el Resovadero. El es como el engrudo, siempre está hecho bolas y crudo. Ella despistada y como su nombre lo indica está rechonchita y esponjadita, pero eso sí siempre servicial y cariñosa aunque con un fuerte temperamento. En fin son la pareja ideal. Como la vida siempre da sorpresas, me imagino que el resultado del amor que se tienen será tener una hija flaca y canilluda.
La fiesta está a todo vapor, se siente calor de horno. Lino baila como torero aunque la vaca le queda grande, da la impresión de llevar unas banderillas en sus manos que mantiene alzadas como si quisiera clavarlas en la concha. Ella se mueve poco pero con mucha cadencia. Su vestido blanco tiene puntos y franjas cafés que al dar giros bailando pareciera, además de piñata, una verdadera concha chocolatada.
Todos los comensales están divirtiéndose de lo lindo. Comen ricos bocadillos. Unos hojaldres, otros panecitos horneados y rebosados de huevo con diferentes ingredientes en la masa, como nueces, pasas, almendras, duraznos y ciruelas pasas. De tomar hay pulque curado de guanábana, toritos de cacahuate, mango y piña y para los más exigentes, o de gustos no tan refinados caña brava, pero muy brava.
Después de un rato y viendo que las bebidas se les empezaban a subir a la cabeza a los invitados, Concha dio la orden de comenzar a servir la cena, que por cierto se ve de rechupete: crema de zanahoria con trocitos de pan tostado, tartas de verduras y otras de carne molida. De postre sirvieron ricos chuz con merengue. Todo está para chuparse los dedos. Al poco rato se armo el bailongo. Todo mundo se puso a mover la masa corporal. La pareja que más sobresalía por supuesto, eran Concha y Lino los desposados. Llegó un momento en que nadie se quedó sentado, bailaban hasta los chiquitines: el mazapán 2, el gaznate, la banderilla, el polvorón, el moño, la dona, la oreja y por supuesto la familia completa de los hojaldres, siete hermanos el mayor de nueve años. Todos, todos movían el mondongo. El único que casi no se movía era el pambazo, estaba pálido y deprimido. Su cuerpo tieso y flaco como palo y panzón. Parecía más bien una reata con nudo. Todo giraba a su derredor menos él. De repente, sin darse cuenta, Concha le dio un caderazo que lo mandó al suelo. Entre carcajadas se fue incorporando para dejar a su pareja, la mantecada bailando sola en la pista, lo que sí, no por mucho tiempo, luego, luego se unió a la pareja que hacían la oreja y el moño y ella como si nada hubiera pasado. Mientras tanto el pambazo, muerto de pena fue a su mesa y de ahí no se movió ni para ir al baño.
El son de los panaderos sonaba a todo lo que daba, cuando empezó a sentirse un olor a fritura de aceite, ahora a panuchos a fríjol frito. Sí el platillo eran panuchos que se estaban preparando para animar a los invitados entrada la madrugada. Aún con el olor que impregnaba el ambiente, los bailarines ni se inmutaron, siguieron bailando para mantener caliente la pista, como si fuera horno de leña y atizada por tanto alcohol que circulaba. Concha y Lino sudaban el engrudo y el mismo alcohol mientras bailaban sin parar. Les hacían rueda y ellos más se prendían. Él rojo como el fogón. Ella pálida como un mazapán. Después de bailar y bailar, sudar y sudar, chupar y chupar fueron a sentarse, tomaron unos sorbos de lo que tenían a la mano, ya no sabían ni que tomaban, la cosa era empinar el codo. Para recuperar todas las toxinas perdidas en el baile, pidieron un platón de panuchos para ellos solitos, con arto escabeche de chiles jalapeños en rajas, pues rajas. Más se enchilaban, más tomaban. Chupale y cómale.
Cuando terminaron la cena, también terminaron con la poca energía que les quedaba, estaban los dos sumamente borrachos. Lino como era costumbre ese estado para él se dispuso a echarse un coyotito, comenzaba hasta roncar mientras Concha no se hallaba, estaba muy inquieta, no sabía ni que le estaba pasando y para colmo su recién marido roncando. La Concha no pudo más y explotó, primero se hizo pipi y seguidamente se reventó una tremenda guacareada sobre el pastel que tenía enfrente y que por supuesto nadie llegó a probar. El pastel era rectangular, asemejaba la mesa de panadeo que usan para moldear la masa y revolverla con la manteca vegetal. Los ingredientes los acababa de agregar Concha en el momento. Aquello había llegado a su fin. Lino había despertado después de tremendo estruendo y observaba en silencio a Concha que queriéndose controlar se resbaló y cayendo, cual grande y gorda es, fue a dar al piso que la soportó, mientras el pobre Lino intentaba levantarla en vuelo, cosa que le fue imposible, más bien Concha lo jaló con tal fuerza que aquel no tuvo más que caer a un costado de ella. Los invitados perturbados y entre risas disimuladas se fueron yendo de la fiesta unos tras de otros como auténticos comen-sales, hasta que el salón quedo casi vacío. Solo los familiares de los novios intentaban levantarlos para llevarlos a casa, cosa que les fue imposible y decidieron irse también.
Se puso sus moños la Concha, su pierna derecha la subió por el pecho de Lino, liberando un gas fétido y garnachero por el esfuerzo realizado y logrando que Lino quedara doblemente inmovilizado. Se soltó a roncar cual churro friéndose dentro de la olla de aceite caliente para luego ser devorado por su dorado azucarado.
Cuando despertó ya era de día. Lino exhausto sin poder dormir, ya casi sin aliento, sintió tremendo alivio cuando le quitó el peso de la pierna la hojaldre de la Concha. Ella se incorporó como pudo y sin recordar nada de lo que había pasado, comenzó a regañar a su marido. Le pedía una explicación del porque se encontraban solos a esa hora en el salón y en esas condiciones. Lino sin decir nada, si contestar algo, se encaminó hacia la puerta de salida dejando a su mujer hablando sola, respiro profundamente al llegar a la calle y pensó: “En la Concha que me he metido, mi primer día de casado y ya no aguanto masa. Si Concha fuera filósofa y quisiera tortilla le diría que ya no hay masa..lla”.
Al día siguiente, como es obvio, no abrí la panadería.
































































JAVIER CABRERA.

1 comentario:

  1. Escrito que surgió como prueba de taller literario con Mercedes Boullosa, para escribir como piensas siendo yo un panadero.

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