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Estudie Antropología y música. Desde un principio pensé en asociar de algún modo estas dos áreas del conocimiento. Arqueomúsica un termino que utilicé desde el comienzo de mis estudios. No se si he logrado en mi vida unirlas, pero si estoy convencido que se podría hacer la historia de la humanidad a partir del estudio de una de sus expresiones de su alma, de su corazón rítmico, cósmico, LA MUSICA.Asi como se estudia el ADN para conocer la información genética, estudiar los ritmos,los acordes,melodías y armonías de cada cultura antigua y contemporanea.

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lunes, 22 de marzo de 2010

Entrevista con Xóchilt en Nanciyaga.

El baterista y percusionista habla a PyA:
Publicado el 21 Marzo 2010
“Aprendí música con la técnica del corazón”: Cabrera Jasso
“La batería es un instrumento muy reciente y el tambor es parte de la historia de la humanidad. Hay una diferencia en su esencia, en su magia, en su energía milenaria que fue lo que yo sentí”.- “No me considero ni jazzista, ni salsero, ni rumbero, sino sólo músico”.
Xóchitl Partida Salcido

Javier Cabrera
La historia de Javier Cabrera Jasso es la historia de un músico que se atrevió a perseguir sus sueños a pesar de las dificultades. Cuando el padre de Javier se enteró de que su hijo quería estudiar música lo corrió de la casa y le dijo: Nunca voy a permitir que en mi familia haya un mariachi y mucho menos un “Chico Ché”. “A pesar de la reacción de mi padre yo seguí en esto y hasta hoy sigo en esto”, – dice Cabrera.
Javier Cabrera es originario del Estado de Tabasco, creció en el pueblo Emiliano Zapata, muy cerca de Chiapas. De ahí salió a la ciudad de México a estudiar el bachillerato, después estuvo un año en la ciudad de Mérida y posteriormente, en 1975, llega a Jalapa y aquí se quedó a vivir.
Se trata de uno de los bateristas y percusionista de mayor tradición en Veracruz. Forma parte de la plantilla de músicos de la Universidad Veracruzana, ha participado con el grupo de jazz Orbis Tertius así como en una gran diversidad de ensambles de diferentes ritmos que van desde la salsa al jazz, pasando por las sonoridades afro caribeñas, la rumba y el bossa nova.
Cabrera se inició como baterista en una época “en la que no había escuelas de música, sólo los conservatorios”. La escuela de música de la gente de su generación fue el rock. “Me inicié como baterista de rock, de ahí empecé con el bossa nova, la salsa, más tarde el jazz y así se fue haciendo el camino.”
En 1980 llegó a Jalapa un músico que marcaría el camino musical de Javier Cabrera: Hal Noble Héctor Tercero mejor conocido como Taumbú, quien había sido invitado a integrarse al grupo de jazz Orbis Tertius entonces dirigido por Guillermo Cuevas. “Taumbú estuvo dos años en Orbis, pero desde que llegó él organizó un taller independiente de percusiones en la casa de Leonel Días y ahí funcionó como taller, aunque el taller había nacido en el espacio donde Taumbú ensayaba con Orbis”. Taumbú inició a Cabrera y a muchos otros músicos de Jalapa y del país entero, en el conocimiento del tambor africano.
—¿Qué encontraste en las enseñanzas de tambor que te dio Taumbú?
“Él me enseñó la técnica del corazón. Cuando inicié con el tambor afroamericano con Taumbú, yo ya estaba con la sinfónica de Jalapa y recuerdo que la primera vez que tuve un tambor frente a mí y el estarlo tocando con la vibración directa al cuerpo a través de las piernas fue algo impresionante. Diferente a la batería porque la batería es un instrumento muy reciente y el tambor es parte de la historia de la humanidad. Hay una diferencia en su esencia, en su magia, en su energía milenaria que fue lo que yo sentí. Al llegarme la tradición afro tan directa a través del tambor fue un impacto muy fuerte que me hizo cambiar muchas cosas y darme cuenta que como percusionista no me interesaba tanto estar en una orquesta sinfónica, aunque en algún momento esa había sido mi meta”.
—¿Ya no quisiste formar parte de una orquesta sinfónica?
Si yo hubiera sido violinista o chelista, que es un instrumento que me encanta, pues sí hay más posibilidades de participación en una orquesta sinfónica, pero el tambor es un instrumento prohibido, no existe en el clasicismo, no era permitido. Entonces era terrible estar en una orquesta donde contabas ochenta compases para dar un “triangulazo”.
—¿Era monótono?
Eran muchas cargas emocionales y muy poco lo que uno podía proyectar en los conciertos. La mayor libertad la encontré a través del tambor, en todas esas raíces africanas tan fuertes, tan milenarias. El tambor me cambió la vida.
—Fuiste de los primeros percusionistas que llegaron a Jalapa
Hubo una época que decían que yo era el mejor baterista, el mejor percusionista, pero la verdad no es que haya sido el mejor, lo que pasa es que éramos los únicos (risas). No había esa maravilla que existe ahora de tanto desarrollo de los músicos, de esa competencia que bien enfocada te hace crecer porque no es de competencia sino de crecimiento. En esa época éramos contados los bateristas y ahora hay muchos y puedes escoger.
—Ustedes abrieron brecha en cuanto a que se tocaran más géneros en la ciudad además del clásico, ¿no es así?
A mí nunca me han gustado las banderas. Hay gente que me identifica como rumbero, o como jazzista, pero lo que he tenido muy claro desde que comencé a dedicarme a este oficio es que antes que nada soy músico. No me considero ni jazzista, ni salsero, ni rumbero, sino músico. Creo que hay que tener una apertura a todo lo que es música y que tenga calidad, que sea bien interpretada. Para mí sólo hay buena y mala música.
—¿Qué ha sido lo mejor de ser músico?
Yo estoy muy, muy agradecido con la profesión. Gracias a la música he viajado muchísimo, yo creo que sólo me falta estar en Australia. He estado en África, Europa, Asia. Gracias a la música he conocido lugares increíbles y personas muy lindas, gente muy bella. Estoy muy agradecido, por eso ahora me dedico a reconocer y a dar gracias a gente que me aportó cosas como Taumbú, por eso le organicé un homenaje; también hay personas que no siendo músicos me han ayudado mucho a crecer.
—¿Y lo más difícil?
Fue difícil por ejemplo la época en la que tuve que tocar por necesidad económica, pero tenía que hacerlo porque yo fui papá desde muy joven. Hacer algo por necesidad cuando no quieres es algo muy fuerte. Hubo momentos en los que ya no quería ser músico porque estaba haciendo cosas que no quería, pero con el tiempo te vas dando cuenta de que había que vivirlo para saber que la música trasciende cualquier cosa. Es como el homenaje a Taumbú, yo le digo: tú eres el pretexto, uno es el vehículo, pero realmente lo que estamos haciendo es un homenaje a una fuerza, a una energía cósmica que se llama Dios.
—¿Por qué hacerle un homenaje a Taumbú, sólo porque fue tu maestro?
No sólo porque fue mi maestro, también porque él es el sembrador de la semilla del tambor desde Tijuana hasta el Caribe mexicano. El reconocimiento debería ser nacional porque él dejó semillas en muchas partes. Él es de Los Ángeles, California y actualmente radica en Oaxaca, pero en el D.F. llegó a grabar en los años setentas con grupos como La nopalera de Arturo Cipriano, de Beto Delgado, de todo un movimiento que generaron los hermanos Toussaint. Después estuvo en Jalapa, en Oaxaca, posteriormente iba todos los años a Playa del Carmen, ahí se juntaba con músicos de Poncho Sánchez y amigos suyos norteamericanos, pero de todas esas semillas la que tuvo mayor fuerza fue la de Jalapa y nadie lo reconoce
—¿A qué se debe la falta de reconocimiento?
Se debe a la falta de valores, no de las instituciones, de la sociedad misma. Ahora los viejos son vistos como un estorbo y hay que enseñarles a las nuevas generaciones que hay que rescatar ese valor que teníamos antes como sociedad de darles su valor y su respeto a los viejos. La historia ahora comienza con los jóvenes, no conocen el pasado y no les interesa el futuro. No se dan cuenta que es parte de un río y que hay esa conexión eterna y quien pierda eso pierde la identidad.
—¿Con qué sueña Javier Cabrera?
¿Mi sueño?, ¡uy!… (piensa). Mi sueño es ser mejor cada día y mi oficio es el medio, no un fin, para ser mejor padre, mejor esposo, mejor ser humano

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